Amanece mi segundo día en Londres, después de un reparador sueño en mi funcional, cómodo y atractivo The Zetter Hotel, un hotel moderno, divertido y bien pensado. Me ha gustado mucho esta elección para toda una semana en la ciudad.
Desde el balcón de mi habitación un precioso y soleado día me permite divisar una de esas atractivas plazas interiores que tanto abundan en la City, el olor a café y té desata mis papilas gustativas y me llama al desayuno en un lugar muy especial, el secreto del The Zetter Hotel.
Ese secreto se llama Bistrot Bruno Loubet que forma parte del hotel. Un desayuno que escapa al formulismo de los típicos y aburridos buffets de hoteles, donde se pueden elegir distintas fórmulas y opciones, me dan la fuerza necesaria para empezar un día que promete ser intenso.
Antes de terminar mi estancia en el hotel espero poder disfrutar de una cena preparada por Loubet, por ahora os cuento un poco sobre este gran e inquieto chef para los que no lo conozcan.
Nacido en Burdeos en 1961, Bruno Loubet llegó por primera vez al Reino Unido en 1982 para trabajar con Pierre Koffmann en La Tante Claire como pinche de cocina.
En 1985 de Good Food Guide le otorga el galardón de Joven Chef del Año, se une a Raymond Blanc en Oxford como chef jefe en el dos estrellas Michelin Manoir aux Quat’Saisons. Regresó a Londres como jefe de cocina en el Four Seasons, Inn on the Park, donde obtuvo una estrella Michelin, antes de abrir Bistrot Bruno en el Soho, que fue nominado como el Restaurante del año The Times en 1993. Tras el éxito de Bistrot Bruno, abrió L’Odeon en 1995, que fue también galardonado como Restaurante del Año The Times, en el año siguiente.
En 2001, después de casi 20 años de funcionamiento en algunas de las cocinas con más éxito de Londres, Bruno se mudó con su joven familia a Brisbane, Australia.
Regresó a Londres en el verano de 2009, ayudando a Pierre Koffmann a gobernar su legendario restaurante Pop-Up en la azotea de Selfridges, antes de abrir Bistrot Bruno Loubet en The Zetter Hotel en febrero de 2010.
Con tan buen comienzo del día y dado que hoy es festivo en Londres me apetece disfrutar de un poco de fusión. Los que conocen esta cosmopolita ciudad ya saben que si algo hay en esta ciudad es fusión, fusión cultural, fusión racial y por supuesto fusión gastronómica y los que se atreven a decir que aquí se come mal es que o no han venido o han tenido muy mala suerte. Mi objetivo hoy es un centro neurálgico de fusión entre foráneos y turistas, hoy me voy a Camden.
Camden aloja en sus abarrotadas calles a todo tipo de personajes, desde los nostálgicos y decadentes punks que mercadean el uso de su imagen para hacerse fotos con los turistas a cambio de una libra, hasta los más modernos de la ciudad que se dejan ver por allí para alimentar su ego o sencillamente para tomar una cerveza. Infinidad de puestos y tiendas inundan las calles del barrio atendidos por dependientes de nacionalidades de medio mundo.
Siempre es un placer visitar este barrio y poder disfrutar de la apertura de esclusas de Camden (Camden Lock) en el Canal Regent, que permite el paso de barcazas y embarcaciones. Ellas dan el nombre a este barrio bohemio, el canal se abrió en 1820 para vincular este barrio con el Támesis y el centro de Londres. El origen de la esclusa tenía como finalidad ahorrar agua y antes los barcos que iban por el canal estaban jalados por caballos por cada lado. El puente de Chalk Farm que lleva al mercadillo y las grandes esculturas de caballos que se encuentran en su interior rinden hoy homenaje a estos bellos animales.
Me he pegado un buen paseo desde mi hotel hasta aquí con la finalidad de descubrir nuevos lugares de la ciudad y he trasteado por calles y mercados pero llega la hora de comer y estoy en el lugar que me ha traído aquí, precisamente al lado de la esclusa Camden Lock.
Un impresionante mercadillo gastronómico ocupa toda la superficie de una de las entradas al mercadillo de ropa y todo tipo de objetos de Camden, no confundir con los cuatro o cinco puestos estables de comida que también tiene en su interior.
Cocinas de Europa, sur de América, África, Asia, prácticamente todos los continentes representados con productos originales y servidos por personas de las diferentes nacionalidades, todo un espectáculo de idiomas, colores, sabores y aromas.
Sin duda una forma muy divertida e informal de recorrer el mundo. No esperes grandes lujos ni utensilios para comer, ni siquiera tienes garantizado sitio para sentarte a comer pero merece la pena, es la fusión gastronómica con letras mayúsculas, el resultado gastronómico de una ciudad que acoge a todas las nacionalidades y hace gala de ello.
No tendrás dificultad para hacer amigos aquí, un lugar donde la gente viene a disfrutar y a probar, donde la frase «no me gusta» está prohibida y donde todos los que vienen quieren conocer algo nuevo.
Ha sido un día genial cargado de nuevas experiencias, de muchos sabores y del que he aprendido muchas cosas, todas ellas nos las puedo plasmar en un solo post que sería interminable pero pronto os las contaré. Por de pronto mañana visitaré IBÉRICA, el proyecto gastronómico del genial Chef asturiano Nacho Manzano que arrasa en la ciudad de Londres con tres restaurantes. Me despido hoy, cuando he rebasado la hora bruja, desde la habitación de mi hotel y fiel a la crónica diaria de mi viaje por tierras británicas. En mi retina, que no quiere cerrarse por la emoción de lo vivido, queda la bella imagen de la esclusa con la estela formada por una barcaza que toma rumbo al Támesis, ¡mañana Londres me tiene preparado mucho más!
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