La primera vez que vi a Miguel Loya supe que estaba ante un ser especial, taimado, tranquilo pero con el nervio de un empresario que ha trabajado hasta deslomarse toda su vida, sus historias sobre cocineros en la edad de oro de la cocina española cuando todo comenzó son fascinantes, recordamos juntos muchas anécdotas que hoy ya son historia de la gastronomía española y que los dos vivimos de forma independiente. Miguel tenía 63 años, doce más que yo pero ambos hemos vivido algunas cosas importantes de esta profesión y eso me permitía conversar con él tan gratamente.
Visitar su casa, su negocio, su vida, el Real Balneario de Salinas es sencillamente algo incomparable, los que tenemos sangre asturiana en nuestra venas encontramos aquí, además del remanso de paz que es y una de las gastronomías mejores de nuestro país, el sentido de muchas cosas en esta tierra, su mar lo dice todo.
Ver a padre e hijo junto ha sido, las veces que he podido disfrutar de su compañía, el sueño de todo bien nacido, su relación de cariño y compañerismo es sencillamente admirable.
Ayer día 27 de noviembre de 2014, Miguel Loya nos dejaba para marcharse a ese lugar donde van todos los grandes hombres, los emprendedores con corazón, los que lo dan todo para que los demás disfruten, ayer una parte de Asturias murió dejándonos empañado el corazón.
Estoy seguro que allá donde esté Miguel regresará cada día para estar junto a su hijo Isaac, para recordar como se prepara desde hace muchos años en la familia esa impresionante Merluza con Champagne, plato imposible de superar, secreto de los Loya.
Seguro que ayer y hoy y muchos días más el mar, ese mar que cubre la playa de Salinas, rugirá embravecido y triste la perdida de Miguel, querrá verle tras la cristalera del Real Balneario de Salinas, ese bellísimo edifico que Miguel impidió que se derribase y lo convirtió junto a su familia en el templo de la gastronomía que hoy es. Lanzará sus olas contra su preciosa estructura llamando a Miguel. Hoy el mar Cantábrico, su familia, amigos, cocineros y empresarios de hostelería de todo el mundo, y yo, lloramos la perdida de un gran hombre, descansa en paz querido Miguel.