Allí me atenderá Giorgio, un romano muy simpático que habla perfectamente español debido al tiempo que vivió en España. En la cocina los hermanos Nicola y Fabrizio Carro que acaban de abrir otro restaurante recientemente en la ciudad.
Hace calor y hoy me apetece tomar una cerveza, será Peroni por aquello de acompañar cocina italiana con cerveza de su país, además las cervezas norteamericanas no me fascinan. Aunque el restaurante en su interior es digno de admirar hoy hace tiempo de terraza y será mi espacio para disfrutar la gastronomía de Quattro.
Para empezar una de mis joyas lácteas predilectas, Burrata con Prosciutto, tomate y Rúcula. Fresca cremosa e intensa, auténtica burrata de búfala. Este queso italiano recibe su nombre de la palabra «burro» que en italiano significa mantequilla, su cremosidad y sabor le dieron ese nombre. Su principal peculiaridad es la composición de dos tipos de queso, el exterior o saco de queso prensado y el interior de crema de suero. Personalmente adoro comerla con tomate en la base del plato cortado muy fino y por supuesto con un buen aceite de oliva virgen extra. La propuesta de Quattro con jamón italiano, tomate y rúcula es también muy interesante.
Para seguir Giorgio me recomienda su plato preferido de la carta Agnolotti Alessandrini Allo Stufato, o lo que es lo mismo, unos Raviolis de Carne Braseada con Salsa Piamontesa, me aparece una buena sugerencia y una manera de recordar los sabores del norte de Italia y de mi querida ciudad de Alba donde nació mi gran amigo Gian Franco y toda su familia a la que aprecio mucho ¡saluti amici!
Para terminar con un postre de cinco texturas Semifreddo al Gianduja, compuesto de un semi-frío de chocolate Hazelnut, torreón de chocolate helado, bananas caramelizadas y helado de flor di latte con tierra de frutos secos.
Una agradable comida con un cálido servicio, cosa que en esta ciudad empieza a ser difícil encontrar por la nueva moda de no respetar las reservas en los restaurantes más cool de la ciudad, costumbre que no entendemos a este lado del Atlántico, a pesar de tener reserva a una hora determinada son capaces de tenerte esperando dos horas, imaginar las broncas que se montan todos los días ¡lamentable!
Los fanáticos de las compras podrán seguir toda la tarde-noche comprando en las glamurosas tiendas de Lincoln Road, yo prefiero pasear hasta Miami Beach disfrutando de las originales obras de arte que adornan las calles.
Y al llegar a la playa disfrutar del atardecer. Las nubes y el crepitar del sol que se esconde son un espectáculo en la inmensidad de Miami Beach.
Los salvavidas, que no son tan espectaculares ni tan guapos como los pintan en las muchas series y películas norteamericanas, cierran su caseta de vigilancia y un día más se termina en la playa de Miami.