Comienza aquí el primer post de una serie que recoge un apasionante viaje por uno de los países mas exóticos del mundo, cargado de mitos, leyendas y supersticiones.
Mi camino comienza en Shanghai, una enorme ciudad donde la contaminación impide ver nítidamente el perfil de la ciudad, una gran urbe que rompe los mitos que en Occidente tenemos del gigante rojo y donde los pájaros son difíciles de encontrar ya que prácticamente no existen en libertad. Cualquier improvisado bidón de gasolina o aceite se convierte en una parrilla para cocinar boniatos.
Sus cervezas parecen todas iguales, muy suaves y sin mucha personalidad pero aptas para su bajo consumo de alcohol, ya que un tercio de los asiáticos no lo metabolizan bien.
La segunda gran ciudad que tengo el placer de conquistar es Xian y no puedo evitar pensar en lo que se encontró Marco Polo al llegar a ella, hoy convertida en otra gran urbe.
Expertos artesanos de las filigranas preparan piñas en todas las calles con formas circulares y en espiral, el motor de improvisados tenderetes siempre son bicicletas o motos eléctricas totalmente extendidas en el país.
La pasta que Marco Polo llevará a occidente aquí junto al arroz es la reina de los alimentos, en forma de fideos, bolas, raviolis fritos o al vapor, rellena de carne o verdura, tallarines, rollitos, la lista es interminable.
La forma de freír suele ser precedida de una aplicación de aceite con pincel, brocha o artilugio similar.
Con la noche llegan las las luces de neón, las pequeñas bombillas y una vida inusitada en este reducto de seres humanos que en una corriente continua recorre sus acerar y calzada seleccionando todo tipo de viandas, es este sin duda un mundo mágico lleno de vida.
Sus arroces y pastas al vapor también en este barrio musulmán son estrellas indiscutibles y los personajes que administran estos improvisados restaurantes/tenderetes son de facciones curiosos.
La carne en forma de los típicos pinchos musulmanes llenan la calle y también es posible ver manitas de cerdo que ellos conservan con el final del hueso ya que les apasiona roer cartílagos.
Guisos, pan pita y cientos de preparaciones curiosas te ponen difícil la decisión final de tu cena.
Fuera de la calle y ya dentro de los restaurantes «escandalosamente baratos» puedes cenar en salones privados alejados del bullicio tremendo que inunda las salsa donde comen los chinos. Algunos ejemplos memorables como el bien cocinado pollo con verduras, las carnes melosas o las jambas y el maíz rebozado muestran su cocina más sencilla pero deliciosa.
Pero la noche me supo a poco, la verdad es que necesitaría varios días para fotografiar todo lo que me interesa en este fascinante barrio. Regreso al día siguiente con la intención de captar la luz del día y descubrir nuevos alimentos y preparaciones, las sopas y caldos llaman ahora mi atención.
Y las siempre presentes verduras en grandes cantidades dan un tono colorista a este ambiente de dos mundos.
Lo pequeños bocados tienen mucho éxito y los huevos de codorniz no son una excepción entre estas apreciadas miniaturas, los fríen en unos recipientes artesanos introducidos en latas viejas con carbón en su interior.
Estos forzudos chinos trabajan una masa parecida a nuestro turrón, con un certero ritmo golpean al unísono sin fallar una vez.
Las preciosas especias inundan muchos puestos y me trasladan al mundo árabe en Siria, Marruecos, Jordania… pero esa es otra historia que algún día te contaré, con imágenes ¡como siempre!.
Los pasteles y dulces tampoco faltan en este interminable mercado de la gastronomía callejera.
Y algunas imágenes nos evocan al pasado de estas ciudades y este pueblo como no queriendo olvidar sus tradiciones, como no queriendo decir adiós en favor del avance de la modernidad.
Los cocos son muy del agrado de los chinos y en todos lugares los podemos encontrar para deleitarse con su jugo interior o comer su apreciada carne blanca.
Todo es posible encontrarlo aquí y en la mirada de los jóvenes, velada por un mundo inhóspito y cambiante se acierta a ver el cambio inevitable que para bien o mal transformará el planeta.
En las mesas de los restaurantes con gusto occidental es posible encontrar delicias a precios muy baratos, el único problema será encontrar a alguien que hablé español, pero hasta hoy he recorrido gran parte del mundo y el idioma nunca me ha sido un freno para descubrir civilizaciones y culturas.
Con todo el dolor de mi corazón abandono Xian la ciudad que con toda seguridad quedará marcada en mi cerebro para siempre, musa de mi creatividad y que pronto formará parte de un importante capítulo de mi segundo libro, sus calles y sus gentes ya son parte de mi y quisiera quedarme aquí más tiempo, pero el viaje continua y ha llegado la hora de dar el salto a Beijing (Pekín) sede de los Juegos Olímpicos de 2008 que tanta polémica causó.
En sus calles nuevamente pequeños restaurantes improvisados sirven comida a trabajadores de las empresas afincadas en enormes rascacielos, esta ciudad ha cambiado su estructura totalmente desde que se anunciarán los Juegos, haciendo desaparecer todos los barrios antiguos. Ahora quedan únicamente algunas muestras para deleite de turistas y viajeros que buscan el sabor exótico de la vieja China.
No quisimos abandonar la ciudad sin conocer restaurantes de primer nivel y en una deliciosa noche nos adentramos en la sofisticación de «DaZhaiMen New Beijing Restaurant» (The 4th floor of Pacific Department Store).
Su dragón rojo, elemento fundamental de la iconografía de este país nos da la bienvenida entre piedra negra, agua y flores rojas.
En la calle y los restaurantes del pueblo es difícil encontrar detalles de buen gusto pero en este restaurante la decoración nada tiene que envidiar a la de los occidentales y rápidamente nos damos cuentas de las brutales diferencias sociales.
En la ya tradicional mesa giratoria camareros perfectamente uniformados y con gran educación comienzan a situar infinidad de platos, todos ellos deliciosos.
Pero el motivo principal de nuestra visita a este restaurante es el «Pato Laqueado al estilo Pekín» una receta que necesita más de 24 horas de preparación y que si el ave es apropiada y está correctamente cocinada supone un gran manjar.
Su pulcra preparación con medidas higiénicas absolutas nos recuerdan la diferencia al estilo de comer en la calle. Poco a poco el chef corta con delicadeza el pato en pequeños trozos para permitir hacer después un crepe con salsa de arándanos y verduras, el resultado es toda una experiencia culinaria, al sexto crepe en mi boca paré de contar ¡impresionante!
Y en restaurantes menos glamurosos encontramos el pato laqueado en proceso de preparación.
También en Pekín todo tipo de vehículos son usados para transportar comidas y frutas, seguramente venidos de muy lejos estos pobres vendedores transportan sus mercancías sin darles tiempo a regresar a su casa ¿adivinas para que sirve el edredón que porta en la moto? Esta gente vive para trabajar al contrario de los occidentales que trabajamos para vivir.
Y como soy consciente de que este post empieza a ser interminable termino aquí este gran viaje culinario, pero no, no os preocupéis queridos amigos y seguidores de lo exótico, no he olvidado lo que tantos esperáis, la gastronomía límite, lo que nunca se comería un occidental. En unos cuidados puestos con la misma imagen y cubierta, con cocineros uniformados e identificados por carné controlado por el estado en una de las principales calles de la ciudad nos encontramos un mundo increible.
Pequeños tiburones, estrellas de mar, erizos y todo tipo de peces inundan los puestos, sus cocineros reclaman nuestra atención a gritos y nos muestran las delicias que ofrecen gastando bromas a los alucinados turistas que no dan crédito a lo que ven.
Los pulpos y calmares parecen querer escapar de su fatal destino.
Serpientes, larvas y gusanos llenan los puestos pero muy pocos se atreven a probarlos.
Si, son ranas pero enteras, aquí no se comen únicamente las ancas, se aprecia su cuerpo entera.
Cangrejos de río, gambas y langostinos son más fáciles de identificar y también hay muchos puestos que los ofrecen.
Por supuesto los puestos de verduras tampoco faltan en Beijing con coloristas mezclas, cebolletas y un sin fin de especialidades.
Pasta rellenas, fideos, arroz son los clásicos que naturalmente encontramos también aquí.
¿No dan crédito tus ojos? pues si, son tarántulas y se las comen. Pero la cámara de los horrores acaba de empezar.
Ciempiés y enorme larvas de gusanos tostaditos esperan impacientes a ser devorados por los más valientes o con gustos exóticos.
Las serpientes de tierra y agua tienen mucho éxito, al parecer por el gran número de puestos que las ofrecen.
Y vísceras de todo tipo de animales también tienen cabida en este variado mercado del sabor.
Estos llamativos cangrejos rojos llaman poderosamente la atención por su forma y color.
Y llega la hora del terror, los temidos escorpiones no son perdonados y se devoran en Pekín igual que las pipas.
Y el terrorífico y mortal escorpión negro no es una excepción, en broqueta y frito no da tanto miedo.
Saltamontes, grillos y otros insectos saltarines no se libran de convertirse en comida y al igual que los anteriores son trinchados en brochetas.
Cada puesto que visito me explica el motivo de no existir pájaros en estas ciudades, no tienen nada que comer, los chinos lo devoran todo. Estas larvas serían un manjar para gorriones y pequeños verderones.
Y después de los visto nos asombra ver algo que nos suena, con una presentación un poco peculiar, huevos con patatas fritos todo ello reseco.
Y no os podía decepcionar, aunque he comido de todo en todo el mundo, mis amigos Christian (a la izquierda), Jorge, José y yo nos decidimos por lo más asqueroso, las larvas de gusanos más gordas del mercado. Su sabor a tierra, humedad y ultratumba sin duda es singular y tiene muchas proteínas, ya se sabe que si no mata, engorda ¡salud!